Erich von Däniken:
                Viaje a Kiribati - extraterrestres
           
           
           
          
          3. El espíritu,
                razón originaria de toda materia
          
          
          El espíritu de la fuerza
              constructiva es el electrón
          
          
          
            
          
          
          de: Erich von Däniken: Viaje
            a Kiribati; Ediciones Martínex Roca, S.A.; Gran Vía, 774,
            7º; 08013 Barcelona; ISBN: 84-270-0684-5
           
          
           presentado por Michael
            Palomino (2011)
            
            
            
              
            
            
            
            
              
            
            
            
           
          
          3. El espíritu, razón originaria de toda materia
          
          La cuestión del porqué está
            mal planteada. 
            Lo que hemos de preguntarnos es: ¿Por qué no?
            
            GEORGE BERNARD SHAW
          
          
          
          
          La creación es ilimitada en el tiempo y en el espacio. - Hay
          que desmitificar la ciencia. - De los piojos pequeños a los
          infinitamente pequeños. - Un punto crucial del pensamiento. -
          el experimento del electrón. - ¿Quién creó al Creador? - El
          agujero negro, ese monstruo. - Cuando muere una estrella. -
          Toda materia ha estado al menos una vez en el seno de una
          estrella. - ¡Einstein vive! - Lo tabú. - Secretos de los
          centros de culto polinesios. - La ciencia descubre que los
          petroglifos prehistóricos tienen magnetismo. - Últimas
          investigaciones sobre el magnetotropismo en el hombre. - Cómo
          influyeron en nuestro planeta los extraterrestres (p.115).
          
          
          Bibliografía general: 
          
          -- Ford, Arthur: Bericht vom Leben nach dem Tode [reporte de
          la vida después de la muerte]; Berna 1973
          -- Dethlefsen, Thorwald: Das Leben nach dem Tode [la vida
          después de la muerte]; Munich 1974
          -- Bernstein, Morey: Protokoll einer Wiedergeburt [protocolo
          de un renacimiento]; Berna 1973 (p.300)
          
          
          [Atacan a Däniken - Däniken tiene sus argumentos]
          
          Durante una discusión, me preguntaba un estudiante del
          Illinois Institute of Technology de Chicago [Instituto Técnico
          de Chicago]: 
          
          -- ¿Cree usted realmente en su teoría? (p.115)
          
          -- No puedo ni debo creer en ella, sino estar racionalmente
          convencido. La fe es el privilegio de las religiones. Se cree
          en una autoridad o en una doctrina cuando nos sentimos
          emocionalmente vinculados a ellas. En este sentido, "creer"
          significaría aceptar que los secretos de la naturaleza sigan
          siéndolo. Yo he de convencer paso a paso, con hechos, porque
          no soy el creador de una secta, ni mucho menos un fundador de
          religiones. 
          
          Soy un aguador incansable, pero el tiempo, el progreso y las
          investigaciones trabajan a mi favor. Lo que hace catorce años,
          cuando empecé a escribir, no eran más que unas hipótesis
          atrevidas, en pasar la cuerda floja sin red, poco a poco y con
          paciencia va pudiéndose apoyar en descubrimientos científicos.
          
          
          El viaje no siempre es un paseo por un jardín de rosas. A
          veces he de invitar a una escalada difícil. Cuando llegamos a
          la cumbre, la vista abarca las cosas con más claridad, y en
          las llanuras de la teoría se divisan senderos por los que
          puede discurrirse con certidumbre. Nadie crea que el ánimo que
          escala montañas no halla recompensa. ¡En marcha, pues, por un
          camino nuevo! Lo siento mucho, no puedo evitarlo, si resulta
          un poco fatigoso de recorrer. 
          
          Para nuestra escalada llevaremos en nuestra mochila
          intelectual, a modo de provisiones "de boca", unas
          declaraciones de seis destacados científicos.
          
          I. Dice el microbiólogo y premio Nobel profesor Werner Arber:
          
          (nota 1: Arber, Werner: Wie
            die Schöpfung hier und jetzt weiterwirkt [como la creación
            está dando efecto aquí y ahora]; Basler Zeitung [diario de
            Basilea], 21 de junio de 1980)
          
          
          <Los descubrimientos de la
            genética molecular nos han enseñado que la Creación es
            ilimitada en el espacio y en el tiempo. La Creación sigue
            actuando aquí y ahora, y en todas partes, sin solución de
            continuidad. A saber, en la libre elección del detalle en el
            desarrollo de los procesos vitales específicos.>
          
          
          II. Dice el profesor Joachim Illies, del Instituto Max Planck
          de Limnología:
          
          (nota 2: Illies, Joachim:
            König Wissenschaft, der neue Tyrann [el rey de ciencia, el
            nuevo tirano]; En: Die Welt [diario Mundo], 18 de junio de
            1980)
          
          
          <Estamos todos empecinados
            en la objetividad. nos comportamos como si la "demostración
            objetiva" fuese la proposición final, el más alto de los
            valores alcanzables, y creemos vivir en un mundo
            objetivamente demostrado, al que luego damos el orgulloso
            nombre de la ciencia moderna. Aquí hay que desmitificar a
            fondo, pues de lo contrario nos cerraremos el acceso a
            nosotros mismos y a la verdad que está detrás de toda
            ciencia.> (p.116)
          
          
          III. Dice el físico profesor Max Thürkauf, de la universidad
          de Basilea:
          
          (nota 3: Thürkauf, Max: Der
            Primat des Geistes [el primate del espíritu]; En: Esotera,
            febrero de 1980)
          
           
            <En último término, las ciencias naturales tratan de
            reducirlo todo a procesos físico-químicos. Ahora bien, los
            fenómenos paranormales guardan relación con lo que llamamos
            vida o mundo espiritual, que está por encima de los procesos
            físico-químicos.>
          
          
          IV. Dice el bioquímico profesor Erwin Chargaff: 
          
          (nota 4: Chargaff, Erwin: Der
            Teufel steigt von der Wand [el diablo sale de la pared]; En:
            Der Spiegel [revista semanal Espejo], 39/1980)
            
            <Un espeso alud de informaciones penetra por todos los
            poros de la conciencia; el rumor trivial de una maquinaría
            que gira en vacío acalla todo pensamiento... Naturalmente,
            siempre hay algo que hacer; como es sabido los mismos
            piojos, aunque pequeños, también tienen piojos más pequeños
            aún. Pero ¿hasta qué punto podremos seguir subdividiendo el
            átomo y los núcleos atómicos? Tengo la desagradable
            sensación de que, si se suprimiera el premio Nobel de
            Física, dejarían de descubrirse partículas elementales.>
          
          
          V. Dice el físico teórico Jean E. Charon en su libro "El
          espíritu de la materia": 
          
          (nota 5: Charon, Jean, E.: Der
            Geist der Materie [el espíritu de la materia];
            Viena-Hamburgo 1979)
            
            <Los científicos raras veces están dispuestos a ocuparse
            de cuestiones "metafísicas", por la sencilla razón de que
            eso no está permitido por los guardianes del santo Grial de
            la ciencia "oficial"; el tratamiento de cuestiones
            metafísicas se considera, desde siempre, como algo
            anticientífico. A mí personalmente esto me parece un
            prejuicio escandaloso.>
          
          
          VI. Dice el profesor A.E. Wilder-Smith, profesor
          conferenciante en numerosas y prestigiosas universidades:
          
          (nota 6: Wilder-Smith, E.A.:
            Grundlage zu einer neuen Biologie [base para una nueva
            biología]; Stuttgart 1974)
            
            <La ciencia natural investiga exclusivamente aquellos
            objetos que pueden ser investigados dentro de nuestras
            dimensiones naturales. Ahora bien, cuando alguien propone
            que Dios, que es un logos o idea de tipo personal, es el
            autor de la codificación de la vida, la ciencia natural
            generalmente rechazará sin vacilaciones esta proposición,
            por situarse fuera de sus posibilidades investigadoras...
            Pero, ¿qué pensaríamos de un astrónomo que no quisiera
            explicar las órbitas de los cuerpos celestes mediante la
            gravitación, arguyendo no querer aceptar la idea de una
            fuerza tal por razones FILOSÓFICAS? En efecto, esa fuerza no
            puede, esencialmente, generarse en el laboratorio para
            estudiarla. Si bien se pueden examinar los efectos de la
            fuerza, no así su ESENCIA misma. Argumentando así, todo el
            problema de la gravitación sería científicamente
            intratable.> (p.117)
          
          
          
          ¿Cambio crucial? ¡Crucial en
            efecto!
          
          Para un experimento vamos a entrar en el gabinete de un
          oftalmólogo, apropiadamente puesto a oscuras, y vamos a
          dirigir un microscopio electrónico hacia nuestros propios
          ojos. 
          
          Atravesamos la córnea, el iris y el cristalino, éste
          suspendido de un fino entrelazamiento de fibras. Alcanzamos la
          retina y tomamos un nervio óptico, que con muchos miles de
          aumentos se nos presentará como un árbol con numerosísimas
          ramificaciones. Se nos inaugura un mundo fascinante. De las
          fibras nerviosas cuelgan diminutos cristales, que vendrían a
          ser como las rocas de un paisaje fantástico. nuestro
          microscopio penetra hasta las cadenas moleculares, formadas
          por cientos de átomos unidos entre sí. Al contemplar un átomo
          se produce de pronto una claridad deslumbradora, y pasamos a
          ver un mundo en constante actividad. Vemos el núcleo atómico,
          alrededor del cual giran a gran velocidad otras partículas.
          Protones, neutrones, electrones: entre núcleo atómico y
          partículas se revela un universo, como entre el sol y las
          trayectorias de sus planetas. 
          
          ¡Tomemos un electrón! Si fuese posible acoplarle un aparato de
          medida que redujese su velocidad para verlo como a cámara
          lenta, veríamos que nuestro electrón se dilata 1023
          veces por segundo, se contrae, tiene pulsaciones. El 1023
          significa la unidad seguida de veintitrés ceros. Ese mundo de
          constante movimiento y radiaciones difusas es la dimensión
          misteriosa de toda la materia. 
          
          El experimento que hemos emprendido sobre el ojo también
          habría podido realizarse con un trozo de epidermis, un pedazo
          de madera o una piedra. De cualquier modo que comencemos el
          viaje, al final siempre se llega al átomo y a las partículas
          subatómicas. En el último término todo es energía, radiación y
          movimiento, como ya postuló Albert Einstein hace setenta y
          cinco años. 
          
          Son hechos eternos e inamovibles, que si desesperan a unos
          científicos también enseñan modestia a otros. 
          
          Movidos de un afán violento a la par que útil, descoponemos
          8casi) todas las cosas en sus partes integrantes. La molécula
          fue fraccionada en átomos; estudiamos el comportamiento de
          éstos y el de las partículas subatómicas en gigantescos
          aceleradores de partículas que fisionan los átomos y liberan
          radiaciones. Al final, siempre (p.118)
          
          el mismo resultado: tras la más pequeña partícula siempre
          aparece un nuevo orden, una nueva ley, como si obedecieran a
          instrucciones para nosotros desconocidas, a un legislador que
          es el llamado "espíritu" por todos los filósofos. 
          
          ¡El matemático y físico francés Jean E. Charon ha conseguido
          demostrar que la materia y el espíritu están indisolublemente
          unidos! Charon habla en el lenguaje exacto de las matemáticas.
          
          (nota 7: Charon, Jean E.:
            Theorie de la relativité complexe [teoría de relatividad
            compleja]; Paris 1977)
          
          
          Los colegas que aún no hayan incluido el contenido de sus
          trabajos en una renovación radical de los fundamentos
          científicos, se verán obligados a tomar nota más tarde. No hay
          otro camino. Y como el camino de Charon TAMBIÉN apunta hacia
          la prehistoria, me pongo alegremente a recorrerlo. La
          demostración de Charon supone un cambio crucial. 
          
          
          La cuestión del electrón
          
          [¿Quién creó la materia? -
            ¿Quién creó al Creador?]
          
          La materia es sustancia, es masas, es el sustrato de toda la
          vida y de todo lo que existe. Cualquiera que sea su
          consistencia, la materia puede "reducirse" a átomos y
          partículas elementales. Hoy día decir esto es caer en la
          perogrullada. Pero, ¿de dónde viene la materia? ¿Cómo se crea,
          cómo se ha creado? ¿Cómo empezó todo? Esos son los problemas
          que nos fascinan. 
          
          En el principio era la nada, el vacío sin límites, la
          "radiación negra", como dicen los físicos. Esta radiación se
          encontraba desde un tiempo infinito, desde antes del comienzo
          de las cosas, en un estado de esperanza por decirlo así.
          Podemos preguntar qué había antes de ese estado, pero no
          obtendremos respuesta, como no sea que nos enteremos en otra
          dimensión... después de la muerte. Pero esa solución nos
          conduce a la fe. Como estamos condicionados a pensar en cuatro
          dimensiones finitas - longitud, anchura, altura, tiempo -, la
          idea de un tiempo infinito no tiene cabida en nuestra mente.
          Si ponemos un Creador al principio de todas las cosas, se nos
          planteará la vieja y siempre nueva cuestión: ¿y quién creó al
          Creador? El PERPETUUM MOBILE físico probablemente no existe,
          pero esa cuestión de todas las cuestiones es un "perpetuum
          mobile" filosófico. 
          
          [Electrón y positrón]
          
          Son contrapuntos de la filosofía las matemáticas y la física.
          Los (p.119)
          
          cálculos y observaciones de la física demuestran que el primer
          par de partículas materiales salió de la radiación negra, de
          la nada: un electrón
          (es una partícula elemental con carga eléctrica negativa, y
          con cualidades físicas que se hallan en interacción con el
          correspondiente campo electromagnético) y un positrón (partícula
          elemental de igual masa y carga que la del electrón, pero con
          signo positivo). Con sus cargas positiva y negativa, estas
          partículas apenas necesitaron energía para unirse y formar la
          primera materia. 
          
          El primer electrón tenía, lo mismo que los actuales, una
          pulsación de 1023
          expansiones y contracciones por segundo; este ritmo para
          nosotros inimaginable debía llevar el electrón a temperaturas
          sumamente elevadas de algunos cientos de millones de grados.
          Se libera a´si una radiación electromagnética, también llamada
          "radiación negra" por los físicos. 
          
          En base a las interacciones físicas conocidas, el positrón
          puede unirse con otra partícula elemental, el neutrón, y
          formar con ella un protón, que es uno de los dos elementos
          constituyentes del núcleo atómico. El electrón, asociado a
          este protón, constituye un átomo de hidrógeno. Este elemento
          forma el setenta y cinco por ciento de toda la materia que hay
          en el Universo. Como el átomo de hidrógeno no existiría sin el
          electrón, éste existía necesariamente ANTES que el hidrógeno.
          Por tanto, es falsa la hábil frase propagandística "En el
          principio era el hidrógeno": en el principio era el electrón.
          Estaba allí cuando se formó el primer par de partículas, y
          afirma su papel insustituible penetrando toda la materia y
          también el espíritu. 
          
          [Un "agujero negro"]
          
          Jean E. Charon demostró que el electrón tiene propiedades
          similares a las de un "agujero negro". Consideremos lo que eso
          significa, pues es cuestión de no perder de vista al electrón.
          
          
          ¿Qué es eso de "agujero negro"?
          
          Hemos de remontarnos muy lejos. Desde la creación del Universo
          en el llamado gran BANG inicial [la gran explosión supuesta],
          viajaron por el espacio masas de gas, hidrógeno y polvo
          cósmico, cuyas partículas se fueron juntando y arremolinando
          en una especie de nube, hasta que la rotación continuada formó
          una esfera que arrebataba cada vez más materia. Al aumentar su
          densidad creció rápidamente el rozamiento entre las
          partículas; por consiguiente la materia se calentó, hasta
          alcanzar una temperatura tremenda. Se formó de esta manera una
          (p.120)
          
          estrella roja. La densidad de la joven estrella seguía
          aumentando hasta que relució como un sol. En su interior, los
          núcleos ligeros se fusionaban para dar otros pesados. En aquel
          crisol ardiente, el hidrógeno se transmutaba en helio, y
          sucesivamente se originaban el carbono, el oxígeno y el
          nitrógeno y el resto de los elementos, cada vez más pesados,
          hasta el hierro. 
          
          en este proceso de fusión se producía e irradiaba energía
          continuamente. Es el proceso que se desarrolla en nuestro sol
          desde hace miles de millones de años, en el cual, según el
          astrofísico americano John Taylor 
          
          (nota 8: Taylor, John: Die
            Schwarzen Sonnen [los soles negros]; Berna-Munich, 1974)
          
          
           <nuestro sol arroja cada
            segundo cuatro millones de toneladas de su propia masa, o
            sea diez mil veces el volumen de agua del Támesis que pasa
            en la misma unidad de tiempo pro debajo del puente de
            Waterloo.>
          
          Tal desperdicio de fuerzas durante miles de millones de años,
          ni siquiera un sol puede sobrellevarlo sin merma. Tan pronto
          como se agotan los elementos ligeros termina la fusión
          nuclear, es decir la formación de núcleos pesados a partir de
          los ligeros, por cuanto no queda nada que fundir. La estrella
          se dilata, estalla y queda convertida en una estrella de
          tamaño mucho mayor, una supernova. Durante la explosión el
          brillo se multiplica por cien millones. Gran parte de la masa
          de la estrella se arroja al espacio, pero en la fase final,
          cuando se apaga, la mayor parte vuelve a caer sobre la
          estrella. Ésta se comprime, disminuye de tamaño y pasa a
          formar parte del grupo de las llamadas "enanas blancas". Pero
          tales enanas blancas todavía son muy dignas de atención. Por
          su densidad, el movimiento de rotación sobre su propio eje
          resulta muy acelerado. A pesar de la masa conservada a través
          de todas las turbulencias, el radio de la estrella sigue
          contrayéndose hasta quedar reducido a unos pocos kilómetros:
          la "enana blanca" se convierte en un "pulsar", así llamado
          porque al parecer emite a cada revolución breves impulsos
          electromagnéticos. En último término, carece de importancia el
          que lo haga o no; el caso es que sigue girando y pierde
          energía, por lo que su rotación se hace cada vez más lenta. El
          trompo está a punto de caer. 
          
          La estrella llega a su fin. Se produce un colapso; la presión
          interior no resiste a la gravitación concentrada del espacio.
          Una vez colapsada, ni siquiera un rayo de luz da testimonio de
          su existencia anterior. Queda lo que los astrónomos llaman un
          agujero negro. El (p.121)
          
          astrofísico Reinhard Breuer lo define así: 
          
          (nota 9: Breuer, Reinhard:
            Schwarzes Loch im Zentrum der Milchstrasse [agujero negro en
            el centro de la vía láctea]; En: Bild der Wissenschaft
            [¿revista?] Imagen de la ciencia], noviembre de 1977)
            
            <Llamamos agujero negro a una estrella que debido a su
            contracción ha alcanzado una densidad tan sumamente elevada,
            que ninguna partícula, ni siquiera de luz, puede abandonar
            su superficie. La contracción de una estrella para dar lugar
            a un agujero negro es rapidísima, cuestión de fracciones de
            segundo. A este fenómeno le denominamos colapso
            gravitatorio.>
          
          
          El que sea posible determinar la hora en que necesariamente ha
          de nacer un agujero negro, se lo debemos al astrónomo Karl
          Schwarzschild (1873-1916), director del observatorio
          astrofísico de Potsdam y autor de descubrimientos decisivos
          sobre el problema del movimiento de las estrellas fijas. El
          valor límite al que puede llegar la contracción de una
          estrella antes de que se cierre el espacio sobre ella se llama
          radio de Schwarzschild. Éste no hizo sino observar lo que
          Einstein había calculado, y desde entonces ha sido confirmado
          innumerables veces por los astrónomos y astrofísicos. 
          
          Comparable a una burbuja en el agua, el agujero negro es un
          espacio dentro del espacio. Lo que queda capturado en el
          espacio del agujero negro no puede volver a salir. Como este
          Moloch [moloc] terrible ni siguiera deja salir los QUANTA de
          luz, es también invisible. Su presencia sólo se revela por la
          curvatura del espacio, que se cierra alrededor del agujero
          negro como un embudo. En este mundo extraño rigen leyes
          físicas completamente distintas que en el espacio normal donde
          vivimos: 
          
          -- En comparación con el transcurso del tiempo en nuestro
          Universo, en el agujero negro el tiempo transcurre al revés.
          
          -- En las dimensiones del agujero negro, el espacio tiene
          naturaleza  TEMPORAL y el tiempo naturaleza ESPACIAL. 
          
          -- En nuestro universo, todos los procesos se desarrollan con
          aumento de la ENTROPÍA. 
          
          Se entiende por entropía aquella parte de la cantidad de calor
          que, en una transformación energética, ya no puede convertirse
          en trabajo mecánico. De acuerdo con el segundo principio de la
          termodinámica, el "orden" dentro de un sistema cerrado tiende
          siempre a un estado de equilibrio en desorden total, que sería
          el de "entropía máxima". En explicación banal: si se vierte
          una jarra de agua hirviendo en una bañera llena de agua fría,
          el agua caliente y la fría se mezclan (es decir, la masa más
          caliente siempre cede calor a la menos caliente, de manera
          irreversible si no hay aportación externa de energía). (p.122)
          
          -- Dentro del agujero negro ocurre exactamente lo contrario:
          las transformaciones se desarrollan con DISMINUCIÓN de la
          entropía y el grado de "orden" es cada vez más elevado.
          
          -- En el agujero negro los procesos son cíclicos, es decir que
          todo estado pasado se reproduce una y otra vez; toda
          información vuelve al punto de partida. Como nada puede salir
          de esa caja fuerte, no se pierde ninguna información y el
          "orden" es intemporal. En estos cielos la información y el
          grado de orden aumentan, de manera comparable a lo que ocurre
          con la experiencia humana, que cada día adquiere más
          información. 
          
          
          En el papel estelar: el
            electrón
          
          Ya en 1963-1964 el premio Nobel profesor Richard Phillips
          Feynman, del California Technology Institute de Pasadena
          [instituto tecnológico de Pasadena en California], demostró
          que el espacio en el electrón no está vacío, sino que actúan
          en el mismo los neutrinos y la "radiación negra". 
          
          Jean E. Charon consiguió demostrar además que el electrón se
          comporta como un agujero negro, deformando como éste el
          espacio que lo rodea; el espacio curvado se cierra sobre el
          minúsculo electrón como el agua alrededor de la burbuja. El
          electrón posee todas las cualidades del agujero negro... y una
          posibilidad más: desde su espacio cerrado puede comunicar con
          los espacios cerrados de otros electrones.
          
          ¿Hay una contradicción aquí, habiendo comparado el agujero
          negro con una caja fuerte cerrada para siempre?
          
          Dos electrones acelerados el uno al encuentro del otro se
          repelen. Cada electrón obedece a una fuerza que le aparta del
          otro, por efecto a distancia, y esto es lo que ocurre:
          
          Fotones negros, QUANTA de luz desprovistos de masa y de muy
          pequeña longitud de onda, intercambian sus velocidades con los
          fotones negros de otros electrones. Lo fascinante de la cosa,
          y lo más importante para nuestras consideraciones, es que
          estos procesos se desarrollan con DISMINUCIÓN de la entropía,
          es decir aumentando el grado de orden. Cuando los electrones
          intercambian protones negros, y está demostrado que lo hacen,
          el nivel de información dentro de cada electrón aumenta
          constantemente. ¡La deducción es (p.123)
          
          estremecedora! El electrón ha estado presente desde la
          creación del universo. Cualesquiera que sean los estados
          atravesados, él no "olvida" nada. Las informaciones aumentan
          sin cesar. 
          
          El electrón es una partícula estable desde toda la eternidad.
          Considerado como soporte de recuerdos, lo ha vivido todo desde
          el principio. Invadió todo el universo, pasó a formar parte de
          toda la materia, es parte integrante de todos los seres vivos,
          de todas las plantas, de todos los soles... y de todos los
          cerebros. Su grado de orden ha aumentado, ha recogido
          informaciones y datos que puede intercambiar con otras
          partículas de su especie. 
          
          En relación con su descripción de los agujeros negros,
          
          (nota 10: Kippenhahn, Rudolf:
            100 Milliarden Sonnen [100 millares de soles]; Munich 1980)
          
          
          escribe Rudolf Kippenhahn (1926), profesor de astronomía y
          astrofísica de Göttingen: 
          
          <También la materia de que está formado nuestro cuerpo
          ardió seguramente, al menos una vez, en el interior de una
          estrella.>
          
          Hay que entender y aceptar la inmensa importancia de este
          hecho: la materia del electrón es inmortal. Como no "olvida"
          nada, y ha participado y participa de lo pasado y lo presente,
          ello significa que el saber y la experiencia son igualmente
          inmortales. El electrón conserva todos los mensajes de la
          alegría vivida y el dolor padecido. Ha invadido e invade la
          tierra, todas las piedras, todas las plantas... y cada una de
          todas estas cosas es soporte de informaciones. Los cuerpos
          mueren y se descomponen, pero el electrón perdura y transmite,
          en una carrera de relevos sin principio ni fin, todas las
          informaciones del pasado al futuro. 
          
          Jean E. Charon constata;
          
          (nota 5: Charon, Jean, E.: Der
            Geist der Materie [el espíritu de la materia];
            Viena-Hamburgo 1979)
          
          
          <Esto significa que toda
            materia que haya formado parte de una estructura viva o
            pensante, y que haya poseído sus cualidades de conciencia
            durante el tiempo de vida, relativamente breve, de dicha
            estructura, a la muerte de ésta no podrá regresar
            simplemente a su originario psiquismo mínimo y difuso. La
            información una vez adquirida, la "conciencia" aprendida, no
            se pierde ya jamás; tras la muerte de una estructura
            organizada compleja, ninguna fuerza del mundo puede producir
            una regresión en la conciencia de la partícula
            elemental.> (p.124)
          
          
          
          Los velos caen
          
          Si hasta el presente no sabíamos por dónde coger tantos
          problemas paranormales, parapsicológicos y metapsíquicos, de
          improviso se manifiesta en el fondo de todo ello un sistema
          cósmico. La tira dibujada "Amor es...", que todas las tarde se
          reproduce en incontables millones de periódicos de todo el
          mundo, se reduce a un contacto entre los electrones de la
          pareja. Así de sencillo. 
          
          Albert Einstein dejó mandado que se quemase su cuerpo, y se
          destinase su cerebro a la investigación. En 1978 la prensa
          publicó la vergonzosa noticia de que aquel legado científico
          estaba metido en un frasco lleno de formaldehído, a su vez
          puesto en una caja de cartón en la oficina de unos
          laboratorios de investigación biológica de Wichita, Kansas,
          USA. En aquel entonces, al leer la macabra noticia, se me
          ocurrió espontáneamente que debido a la muerte de las células
          la humanidad había perdido una ocasión única. Hoy día sabemos
          que los electrones de ese supercerebro existen, se pasean por
          el espacio, invaden las  plantas y las piedras y penetran
          en un cerebro, en donde harán resucitar el saber almacenado.
          Entonces, los electrones cuyo "saber" aumentó Einstein
          lanzarán un destello, y estimularán en el nuevo cerebro ideas
          que el propietario del mismo no habrá adquirido por
          experiencia propia. 
          
          A muchos nos ha pasado que de pronto se nos enciende una luz
          en el cerebro. Ahí surge, al parecer espontáneamente, una
          imagen, una situación que creemos haber vivido, pese a que
          nuestra memoria nos dice: en este lugar no he estado yo nunca
          antes, en esta situación no he participado. Con el
          descubrimiento de la inmortalidad de la información almacenada
          en el electrón, también queda desvelado este misterio: los
          electrones de individuos fenecidos largo tiempo ha, pasan a
          anidar en nuestro cerebro y desenrollan el panorama de pasados
          acontecimientos. 
          
          ¡Lo incomprensible, convertido en hecho normal aunque
          portentoso! Lo desconcertante, lo misterioso, lo inexplicable,
          se hace comprensible. En el electrón, como en el agujero
          negro, el tiempo transcurre al revés. Luego puede comunicar
          también acontecimientos del futuro: he ahí explicada la
          clarividencia, la anticipación, la profecía. 
          
          Todos los europeos occidentales conocerán, sin duda, el nombre
          (p.125) 
          
          del vidente Gérard Croiset, recién fallecido. Las brigadas de
          investigación de las policías de varios países utilizaban sus
          facultades cuando se trataba de seguir las huellas de un niño
          secuestrado o localizar el paradero de un cadáver. El
          porcentaje de aciertos de Croiset era increíblemente elevado.
          Él se sabía médium de algo que no acertaba a explicar, porque
          desconocía lo que pasaba en su cerebro en esos momentos. Como
          muchos otros médiums notables, mantenía una actitud de
          modestia y se consideraba instrumento de una potencia
          superior. La potencia de los electrones hace explicable el
          fenómeno. Un ser humano secuestrado piensa, y entrega al medio
          ambiente electrones cargados de recuerdos. Los minúsculos
          sabelotodo están en todas partes; para ellos no hay barreras
          ni muros que no se puedan atravesar. Si el cerebro de un
          médium predispuesto logra "captar" aunque sólo sea uno de los
          electrones emitidos, dejando que penetre en su conciencia,
          podrá encontrar como en un estado de "sonambulismo" la pista
          que los demás buscan vanamente, y sabrá incluso si la víctima
          vive todavía o ya ha muerto. Lo mismo que Croiset, otros
          conseguirán localizar cadáveres ocultos. 
          
          Es posible que el cerebro, para establecer contacto con la
          información de que son portadores los electrones, requiera una
          predisposición especial. Mas sospecho que esa predisposición,
          esa facultad, subyace en todos nosotros. 
          
          Lo que ayer aún era utopía y ciencia ficción, hoy queda
          descifrado, una vez descubierta la capacidad del electrón como
          portador de informaciones. Y cuando alguien se pregunta:
          ¿Quienes somos?, podemos contestar, si bien algo rudamente:
          Como todo el resto de la materia, somos vehículos y lugares de
          estacionamiento para el electrón, destinados a acumular
          informaciones y experiencias para que el electrón intemporal
          pueda transmitirlas de eternidad en eternidad. 
          
          [Francis C. Crick y J.D.
            Watson detectan el código genético]
          
          A mediados de los años cincuenta, otro descubrimiento
          parecidamente sorprendente asombró al mundo. Francis C. Crick
          y J.D. Watson conseguían descifrar el misterio de la herencia:
          
          
          Cada célula del cuerpo contiene el código genético, el plan de
          construcción según el cual se desarrolla todo el cuerpo. Esta
          maravilla de la naturaleza ha pasado a ser hoy del dominio
          público, gracias a lo intuitivo de la imagen de la espiral de
          ADN, aunque los microbiólogos (p.126)
          
          aún no entienden cuál es la causa que convierte a la molécula
          de ADN en transmisor de esas informaciones estructuradoras de
          un organismo. Como tampoco recibiremos respuesta si
          preguntamos cuáles son las leyes que determinan que, de los
          doscientos o trescientos millones de espermatozoides que
          penetran en la vagina durante la eyaculación, el óvulo
          femenino reciba sólo a uno determinado. La causa que aquí
          actúa es el espíritu de la materia, la conciencia del
          electrón. En la aproximación del óvulo femenino y el
          espermatozoo masculino, los electrones intercambian
          informaciones, a través de sus fotones negros y en fracciones
          de segundo. Se busca: el soporte más idóneo para la evolución.
          
          
          ¿Utopía? Ya no. Como dijo Wernher von Braun: <A posteriori,
          nada es más sencillo que una utopía realizada.>
          
          
          El buen Dios no juega a los
            dados
          
          <La sustancia del universo es la sustancia del
          espíritu>, escribió el astrónomo y físico inglés Arthur
          Eddington (1882-1944), que inauguró la investigación de la
          estructura interna de las estrellas. 
          
          Habitualmente se distingue entre materia muerta y materia
          viva; esa clasificación no le corresponde a la materia, en
          realidad: viva o muerta, toda ella se compone de átomos,
          protones, electrones.
          
          Recordemos los experimentos efectuados por el doctor Robins en
          los circos de piedra de Rollright: las piedras lanzaban
          pulsaciones, se formaba un campo electromagnético. ¡El mundo
          de los electrones! Cuando entró una persona en el centro del
          circo de piedra, la pulsación cesó. ¿Es que ahora los
          electrones estaban comunicando con el ocupante del circo?
          Según los resultados de las últimas investigaciones, ¿no es
          imaginable que un médium sensibilizado para recibir el mensaje
          de los electrones pudiese "hablar" con las piedras? Éstas
          oscilan, liberan electrones, transmiten informaciones...
          apresan al hombre lo mismo que a toda la naturaleza y toda la
          inmensidad del universo. Porque la sustancia del universo es
          la sustancia del espíritu. 
          
          
          
          [Los "marae" en Melanesia y en Polinesia - lugares
              de "tabú"]
          
          En casi todas las islas del espacio melanesio y polinesio se
          encuentran unos antiquísimos santuarios de piedras. A esos
          lugares de culto les llaman "marae". Los marae no tienen una
          arquitectura uniforme (p.127);
          
          unas veces, como en la isla de Raiatea, se trata de un gran
          rectángulo de poderosos monolitos; otras, como en Arahurahu de
          Tahití, de templos construidos en forma de terrazas, o como en
          la isla de Tubuai, al sur del océano Pacífico, de series de
          monolitos ordenados con arreglo a determinados patrones. Antes
          de la cristianización, los marae eran "los puntos oficiales de
          encuentro entre los polinesios y las realidades del otro
          mundo".
          
          (nota 11: Garanger, José:
            Sacred stones & rites of ancient Tahiti [piedras y ritos
            santos de los antepasados de Tahiti]; Paris 1979)
          
          
          No conocemos qué ritos se celebraban en los marae, si bien los
          isleños comunicaron a los primeros europeos que los visitaron
          que los marae eran muy "tapu", lugares muy sagrados. "Tapu"
          significa: lo que está marcado, como cosa opuesta a lo vulgar
          y cotidiano. De esa palabra polinesia hemos formado la nuestra
          "tabú". 
          
          ¿Qué era lo tabú de los marae? ¿Qué estaba marcado? ¿Acaso las
          piedras alrededor de las cuales se reunían los aborígenes?
          ¿Entendían al espíritu de la materia que hablaba en aquellas
          piedras?
          
          Para los indígenas de los mares del Sur había otra noción
          sagrada, la de "mana", que significa "virtud" o "eficacia". En
          la redacción informativa de las enciclopedias, como la
          Brockhaus, mana es la palabra con que se quiere indicar que
          una acción o una fuerza no son de tipo físico, sino en cierto
          modo sobrenatural. El mana, siempre según el diccionario,
          actúa tanto en los hombres como en la naturaleza orgánica e
          inorgánica, y es generalmente transmisible. El mana puede
          concentrarse en determinadas personas, como por ejemplo en el
          rey-sacerdote, o en ciertos objetos. También se llama mana a
          la fuerza que inspira reverencia y estremecimiento. 
          
          Cada marae no sólo era tabú, sino que además poseía mucho
          mana. Wilhelm Ziehr explica:
          
           (nota 12: Zier, Wilhelm:
            Hölle im Paradies [infierno en el paraíso]; Dusseldorf 1980)
            
            <El mana puede aparecer también en determinadas lugares,
            como las gargantas en la roca, tan impresionantes, o los
            lugares sombríos de la playa o del bosque. Ese mana
            impersonal se concreta entonces en forma de espíritus y
            demonios de los que se dice frecuentan el lugar. Llevando a
            cabo determinadas ceremonias secretas, puede uno servirse
            por ejemplo del mana de una cueva en un arrecife de coral de
            las Nuevas Hébridas (Port Olry) para hacerse invisible e
            invulnerable. Una roca en voladizo tiene tanto mana, que uno
            puede situarse debajo de ella y cambiar de sexo. Las piedras
            de formas curiosas suelen alzarse en determinados lugares de
            culto, pues también ellas contienen fuerzas misteriosas.>
            (p.128)
          
          
          Cuando fallece una personalidad muy considerada - un sabio
          sacerdote, un caudillo admirado, un héroe audaz - conserva un
          mana misterioso aun después de muerta; sus huesos son más tabú
          que los de los mortales corrientes, y sus sepulturas son más
          especialmente tabú que otras, porque en ellas hay más mana. 
          
          Un mundo extraño, fantasmal, cuyos cultos se echaban hasta
          ahora a la cuenta de los misterios esotéricos, adquiere ahora
          una explicación plausible. El mana de que estaba lleno el
          caudillo experto y el sacerdote cargado de sabiduría, lo
          formaban sus electrones indestructibles. En efecto, un
          sacerdote tiene más mana que otras personas, o sea que
          "irradia" más sapiencia y conocimiento. Lo que parecía
          superstición, se revela como una profunda intuición de las
          fuerzas que actúan en el fondo de la materia. El mana de los
          difuntos se conserva en gran parte, porque los electrones
          siguen actuando en la materia del cuerpo. Y ahora pregunto yo,
          ¿será por eso que en un cementerio uno no se siente igual que
          en un teatro, pongamos por caso? ¿Será por eso que cuando
          caminamos por una necrópolis inevitablemente nos ponemos a
          pensar en el pasado y el futuro? ¿Tal vez porque allí aumenta
          el intercambio de electrones?
          
          ¿Quizá los llamados primitivos se hallaban mejor comunicados
          con la naturaleza, y eran capaces de percibir las vibraciones
          de los electrones desencadenados? ¿Eran todavía capaces de
          "hablar" con las plantas, con los animales y con los objetos
          (¡de ahí los fetiches!)?
          
          [Leyenda polinesia sobre el
            dios Maui instalando piedras de marae - radiación por la
            diferencia de piedras]
          
          En una leyenda polinesia
          
          (nota 13: Aitken, Robert T.:
            Ethnology of Tubuai [etnología de Tubuai]; Bishop Museum
            [museo Obispo], boletín núm. 70, Honolulu 1930)
          
          
          se dice que el dios Maui fue de las islas Tuamotu [fue
          volando] a Raivavae para edificar en ésta un gran marae.
          Cuando éste quedó terminado, Maui se llevó una piedra del
          mismo a Tubuai, donde alzó también un marae, en el que incluyó
          el pesado obsequio. Por lo visto, el dios tenía manía de
          construir, pues apenas hubo terminado el marae de Tubuai tomó
          a su vez otra piedra de éste y se fue volando a Rurutu, y de
          ahí a Rimatara, y de ésta a Rarotonga (islas Cook), y así
          sucesivamente. En todas partes hacía lo mismo: llevarse una
          piedra del marae recién terminado. 
          
          ¿Una leyenda absurda? Hoy sabemos por qué hacía eso el dios
          Maui. Con cada piedra implantaba mana en la nueva obra. Seguro
          que Maui elegía para ello unas piedras muy determinadas.
          Porque no es lo mismo una piedra que otra. El basalto no tiene
          la misma estructura atómica que la andesita, ni es lo mismo el
          granito que el coral. Cierto que, en último término, siempre
          acabamos (p.129)
          
          en el mundo de los átomos, de las radiaciones difusas y del
          electrón, pero las redes atómicas - de las que hablábamos con
          ocasión de nuestra visita a Stonehenge - difieren en los
            minerales en estado natural. Algunas especies
          intercambiarán sus electrones más pronto y con menor
          aportación de energía que otras, más lentas en desprenderse de
          sus electrones. 
          
          ¿Sabían eso los "primitivos"? ¿Es esa la razón de que nuestros
          antepasados llevasen una selección de determinadas piedras a
          determinados lugares de culto? ¿Es por eso que la piedra azul
          era imprescindible en Stonehenge, justamente, aunque hubiera
          que traerla de un yacimiento distante cuatrocientos
          kilómetros? 
          
          [Leyenda
              polinesia sobre el dios Maui instalando piedras de marae -
              radiación por la diferencia de piedras -- Sobre
            magnetismo y magnetismo en el cuerpo humano]
          
          Como contrapunto a estas suposiciones, veamos una comunicación
          del doctor Hans Biedermann:
          
          (nota 14: Biedermann, Hans:
            Magnetische "Dickbäuche" in Guatemala ["Panzas" magnéticas
            en Guatemala]; Universum, Viena, marzo de 1980)
          
          
          Los arqueólogos que han
            estudiado los restos de las épocas prehistóricas de
            Guatemala conocen un tipo de figuras de piedra de gran
            tamaño representando cabezas o personajes sedentes de enorme
            obesidad. Dichas estatuas, llamadas "fat boys" [chicos
            gordos] en la jerga de los arqueólogos, se caracterizan por
            una propiedad no observada hasta hace poco, en que fue
            descubierta por el geógrafo Vincent H. Malmstrom (Darthmouth
            College, Hanover / N.H., USA): tienen magnetismo en
            determinadas partes del cuerpo. 
            
            Hacia el 2000 a.d.C., los canteros o los escultores debían
            estar ya familiarizados con el fenómeno del magnetismo, pues
            elegían para sus obras bloques de basalto con puntos de
            intenso magnetismo natural. 
            
            En las cabezas de piedra, que en parte recuerdan algunas
            obras similares de los olmecas del Golfo de México, si bien
            éstas son algo más recientes, la máxima concentración de
            magnetismo natural se encuentra en las sienes; en cambio,
            los personajes obesos acuclillados o sentados lo tienen en
            la región del ombligo. 
            
            THAT'S IT [eso es la solución], que dijo el lord bebiéndose
            su whisky. 
          
          
          Ahí lo tenemos, que digo yo. En el magnetismo hay
          interacciones de campos electrostáticos, se intercambian
          electrones. Modernos investigadores, armados de modernos
          aparatos, encuentran una actividad real en las antiguas
          piedras. Ahora me gustaría que un (p.130)
          
          sabelotodo me dijera qué aparatos tenían los investigadores de
          hace cuatro mil años, para poder encontrar en una roca los
          puntos de magnetismo que necesitaban. 
          
          La investigación sobre el sentido del magnetismo en las
          personas vivas no ha hecho sino empezar.
          
          (nota 15: Eckert, Michael:
            Magnetsinn des Menschen? [¿sentido magnético del hombre?];
            En: Süddeutsche Zeitung [diario de alemania del sur], 23 de
            octubre de 1980
          
          
          En junio de 1979, en un lugar del condado inglés de Durham
          llamado Barnard Castle, treinta y un muchachos y muchachas
          fueron conducidos a un autobús con los ojos vendados a un
          destino desconocido para ellos. Era un día nublado que no
          permitía orientarse. Sujeto sobre la cabeza, cada uno llevaba
          un estuche alargado, de los cuales la mitad contenían imanes
          de barra y la otra mitad falsos imanes, imitaciones del mismo
          peso y aspecto. Sin quitarles las vendas de los ojos, se pidió
          a los niños que indicasen hacia dónde quedaba, en su opinión,
          el punto del cual habían partido. La finalidad del experimento
          era demostrar si los campos magnéticos tienen alguna
          influencia en el sentido de la orientación humana. 
          
          El resultado fue sorprendente e hizo sensación en Inglaterra,
          como cuenta la [revista de] "New Scientist" [científico nuevo]
          de octubre de 1980. Porque aquellos niños que sólo llevaban
          imitaciones sobre la cabeza indicaron la dirección correcta
          con bastante acierto; en cambio, los que llevaban imanes se
          hallaban completamente desorientados. 
          
          Mediante otros experimentos, Robert R. Baker, de la
          universidad de Manchester, quedó convencido de que el ser
          humano 
          
          <efectivamente posee un magnetotropismo, es decir un
          sentido magnético, que por consiguiente puede ser perturbado
          por imanes.>
          
          Aunque actualmente apenas se duda de la existencia de un
          magnetotropismo en distintas especies animales - abejas,
          palomas, pájaros migratorios, delfines, etcétera -, sus
          mecanismos biofísicos venían siendo un misterio para la
          ciencia. El año pasado, unos investigadores de la universidad
          de Princeton, New Jersey, USA, seccionando tejidos de la
          cabeza y la nuca de unas palomas pudieron demostrar la
          existencia de material dotado de magnetismo permanente. 
          
          Todavía no se sabe, dicen estos investigadores en "Science",
          si esas estructuras magnéticas son realmente utilizadas por el
          ser vivo para detectar el campo magnético de la Tierra, y si
          esas percepciones son conducidas a algún centro sensorial. La
          actualizadísima información concluye diciendo que 
          
          <en el mundo, al menos seis laboratorios estudian
          actualmente el magnetismo humano.> (p.131)
          
          
          El círculo se cierra
          
          Tan pronto como se incluya en esas investigaciones el
          trascendental descubrimiento de Jean E. Charon, quedará
          cerrado el círculo; los campos magnéticos son zonas de
          actividad de los electrones. El espíritu primordial, el
          espíritu divino, lo sabía. Todas sus criaturas y toda la
          materia fueron creados receptivos a la fuerza eterna de los
          electrones. De cuanto ha ocurrido en los miles de millones de
          años que lleva existiendo el universo, nada ha sido dejado al
          azar por el espíritu que está en el fondo de la materia. La
          Creación no fue un juego.
          
          -- "El buen Dios no juega a los dados" - decía Albert
          Einstein. 
          
          Los críticos que gustan de rebatir mi teoría de los dioses
          astronautas con "frases que matan" suelen argumentar que las
          grandes distancias que nos separan de otros planetas
          portadores de vida imposibilitan, por sí solas, la
          intervención de extraterrestres en la aparición de vida en
          nuestro planeta. Nunca, aseguran, podrá acelerarse un vehículo
          especial hasta la velocidad de la luz, que sería necesaria
          para poder realizar el traslado de la "vida". 
          
          Sin repetir lo que he dicho al respecto en mi libro "La
          respuesta de los dioses", con los nuevos descubrimientos ni
          siquiera es necesario postular el desplazamiento a través del
          espacio - posible, pese a quien pese - de una inteligencia
          técnicamente superior, con el fin de importar en nuestro
          planeta el saber y los conocimientos de los extraterrestres e
          intervenir en la "creación" terrestre. El átomo, como vehículo
          de electrones cargados de toda la información existente,
          estaba ahí ANTES de la creación terrestre. El cerebro de
          nuestros antepasados pudo recibir a través de los electrones
          la información sobre el origen del universo. Quizá fueron los
          electrones esos mensajeros que dieron parte de lejanos
          sistemas solares y de la existencia de vida extraterrestre. 
          
          [Max Planck: el espíritu de
            la fuerza constructiva es el electrón]
          
          <La cuestión del porqué está mal planteada. Lo que hemos de
          preguntarnos es: ¿por qué no?>, ha escrito G.B. Shaw.
          
          La respuesta más soberana ha sido dada por Max Planck
          (1858-1947), el que dejó escrita en la Biblia de la física su
          ley de la distribución de la radiación de un cuerpo negro, y
          recibió en 1918 el premio Nobel de Física por su teoría de los
          "quanta". Max Planck reconoció el término de sus días
          (p,.132): 
          
          <Como físico, es decir com
            (p.132) hombre que durante toda su vida ha servido a la más
            objetiva de las ciencias, que es la que estudia la materia,
            creo que se me puede considerar ajeno a la sospecha de ser
            un fantasioso. Pues bien, después de todas mis
            investigaciones del átomo, voy a decirles lo siguiente: ¡La
            materia en sí no existe! Toda la materia se forma y perdura
            únicamente por medio de una fuerza que hace oscilar las
            partículas atómicas y las mantiene reunidas en el diminuto
            sistema solar que es el átomo. Pero como en todo el Cosmos
            no hay ninguna fuerza inteligente ni eterna de por sí, hemos
            de admitir que tras esa fuerza actúa un espíritu consciente
            e inteligente. Ese espíritu es el origen fundamental de toda
            materia.> (p.133)
          
          
          El electrón. (p.133)